sábado, 1 de agosto de 2015

La vida es líquida



La realidad que habitamos se parece más al océano que al continente. Elevar la vibración en la que estamos revela una naturaleza acuática, los cambios suceden de forma constante, la realidad es mutante. Somos más ola que montaña, nuestro entorno es mar y no meseta. Esto es así en general, y más aún al evolucionar espiritualmente; eres permeable a las mudanzas, a la fluidez y danza de la energía.

Observarnos por dentro, encontrar nuestra verdad e intentar materializarla es un acto de honestidad con uno mismo y con la vida. Casi siempre nos encontramos con que ese acto tiene sentido durante un lapso de tiempo, a veces breve. Los procesos son rápidos en cuanto a formas de pensar, emociones, ocupaciones, todo parece gastarse enseguida, las circunstancias cambian rápidamente.

Puede ser frustrante tomar contacto con algo auténtico que pierde el sentido al cabo de poco tiempo. La buena noticia es que dicha verdad se reemplaza por otra si se continúa en la escucha interna. El ser sugiere abordar esa verdad desde un punto de vista distinto, o acceder a una nueva.

Considerar un fin en sí mismo el plasmar la verdad que se revela en meditación nos lleva a la frustración. Esto es más evidente a medida que nos transformamos y viramos acuáticos, una ola y la siguiente prácticamente se encadenan. El sentido es el acto de escuchar la expresión del amor en cada momento, y apostar por dicha expresión, desapegados de los resultados. Amar en sí mismo da sentido a la meditación. Separémonos de la idea de que sabemos algo. Nuestra verdad cambia y nuestras circunstancias también. Gocemos escuchando la vida, desvelando verdades, energizándolas mientras sea un acto amoroso, y, cuando deja de serlo, permitir que se desvele otra verdad; escuchar, volver a energizarla y crecer en intensidad amorosa e inocencia: cuando no esperas un resultado, tu motor de vida se intensifica con la práctica amorosa. Llegar de este modo al final, más puro que al principio, esperando menos que cuando naciste, sabiendo que sabes menos aún que cuando no sabías nada, habiendo desaprendido lo suficiente para conseguir escuchar, regresando a la fuente con una intensidad amorosa que renueva el sentido de la consciencia que nos crea.

Comprender el sentido de la meditación es importante para no convertir en dogmas nuestras verdades, han de ser estímulos para amar. El objeto, la verdad, sea una persona, un proyecto, un viaje, sea lo que sea, es la excusa. Necesitamos excusas para continuar, pero no las confundamos con el sentido. El sentido de vivir no es ese proyecto que quieres materializar, esa persona que deseas, ese viaje en que te embarcas. Espiritualmente el sentido es que ese algo crea un espejo, una posibilidad de contemplación más amplia, en la que tu amor se refleja y crece. Ese amor creciente, además de proporcionarnos felicidad, se expande alrededor nutriendo a los seres que nos rodean, al planeta, e incluso más allá por vías sutiles, a la propia existencia. Este es el sentido.

Sean estas palabras una vacuna frente al dogmatismo, al orgullo espiritual y la propia frustración que uno puede llegar a sufrir, y un acicate para desvelar verdades y apostar por ellas, porque ese es el vehículo que transporta el amar.

*Verso de la poetisa Hilda Hilst

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