lunes, 21 de octubre de 2013

Es momento de ser el brillo


Aquí, ahora, todo es amor.
Todo en el mundo es amor.
Esta es la presencia de dios en tu interior, en tu exterior.

Yo soy como una gota de rocío que, de pétalo en pétalo, brilla con la madrugada; un brillo que acompaña ahora el salto de cada uno de tus pensamientos, de cada sensación y emoción, yo soy el brillo que acompaña todo eso.

Este brillo baña tanto el pétalo lozano como el pétalo ajado. Baña por igual cada pensamiento, baña por igual cada sentimiento, baña, en fin, cada célula del cuerpo.

Hace el color de la flor vibrante como nunca, con el rocío todo se ve limpio, recién nacido.

Sé virgen ahora para ti mismo, como si por vez primera te sentaras sobre una silla, escucharas una voz o te emocionases. Se revela tu ser desde la inocencia. Cualquier pensamiento, sea bonito o feo, está bañado en ese brillo. Eso es lo que importa ahora.

Es momento de ser el brillo. No de ser flor, ni raíz, ni mañana; no de ser nube ni tiempo que se escapa. Brillo. Brillo en tu cuerpo. Brillo en el cielo. Brillo en la sensación de sentirte a ti mismo, de estar aquí y ahora sentado observándote.

Percíbelo también alrededor, más allá de tu cuerpo, en el espacio que te rodea, por encima de tu cabeza, acariciando tu espalda, en la calidez de tu vientre, bajo tus pies, bajo la silla en que te sientas.

Al observar todo lo que existe, lo que no existe se revela y una energía inmensa, un océano ilimitado, es tu silla ahora, el lugar que te cobija, te apoya, te ama, te trae a la vida de otra forma. Estás en el espacio que te rodea, en el magnetismo, la calidez y presencia que te envuelven. Eso eres tú ahora. Esa gota de agua que brilla un instante antes de caer al suelo, la fugacidad que no se atrapa, la sensación de perder los límites del cuerpo y el miedo. Y ya, en esta tierra, en este cuerpo, ya no estás sola. Ni una sola célula de tu cuerpo está sola. Has tendido un nexo invisible entre tú y todo lo que existe, apoyándote en todo lo que no existe, apoyándote en la pura consciencia, en la diosa que eres, en la diosa niña, plena de inocencia.

Hay tanto amor ahora, ¡hay tanto amor ahora! Las propias estrellas, a las que tu divinidad te conecta, dejan caer una estela de rocío, de lágrimas que bendicen este encuentro de ti misma con la diosa que te alberga. Y esas pequeñas gotas se convierten en lluvia, en tormenta, en un caudal inmenso de luz que, aquí y ahora, te funde con la diosa.

Aquí y ahora, todo es amor.
Todo es amor.